Me gusta que interprete mis deseos, aunque yo no los acabe de decir: no los digo precisamente por eso. Los cayo, a veces, para ver como se esfuerza mi esclavo, como va soltándose ante mis insinuaciones...
...y llega donde yo quiero que llegue.
Ahí estriba, también, el poder de un Amo: ver a un esclavo así, avanzando en su entrega y en su sumisión, sin que sea necesario recurrir a la fuerza ni a la orden.
Cuando deseo darle algo: ahí está mi esclavo, para recibirlo, agradecido. Sea lo que sea. Sabe lo que debe hacer, incluso con cualquier desperdicio mío.
Y cuando deseo que haga algo para mí: ahí está mi esclavo, haciéndolo.
Mis deseos son órdenes para él: puede resultar demasiado tópico. Pero es así.
Y al final, llega la recompensa: la palma de mi mano, suavemente, acariciando su pelo corto de lebrel mientras mi miembro -la verga del Amo- se despereza y comienza a crecer y puebla los sueños del esclavo, que no sabe a ciencia cierta si podrá alcanzar el privilegio de rozarla con sus labios o sentirla entera llenando su boca, adentrándose en su garganta, pugnando por llegar a unos pulmones inalcanzables y, sin embargo, completamente abiertos y entregados, a pesar de las arcadas orgásmicas y las babas del placer .
...y llega donde yo quiero que llegue.
Ahí estriba, también, el poder de un Amo: ver a un esclavo así, avanzando en su entrega y en su sumisión, sin que sea necesario recurrir a la fuerza ni a la orden.
Cuando deseo darle algo: ahí está mi esclavo, para recibirlo, agradecido. Sea lo que sea. Sabe lo que debe hacer, incluso con cualquier desperdicio mío.
Y cuando deseo que haga algo para mí: ahí está mi esclavo, haciéndolo.
Mis deseos son órdenes para él: puede resultar demasiado tópico. Pero es así.
Y al final, llega la recompensa: la palma de mi mano, suavemente, acariciando su pelo corto de lebrel mientras mi miembro -la verga del Amo- se despereza y comienza a crecer y puebla los sueños del esclavo, que no sabe a ciencia cierta si podrá alcanzar el privilegio de rozarla con sus labios o sentirla entera llenando su boca, adentrándose en su garganta, pugnando por llegar a unos pulmones inalcanzables y, sin embargo, completamente abiertos y entregados, a pesar de las arcadas orgásmicas y las babas del placer .
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