martes, 5 de mayo de 2009

DISTANCIA


El esclavo puede estar cerca o lejos de su Amo y Señor: a veces, esto da igual.
Puede servirle con su cuerpo, con su mente o con su intención.
Tambien, con su voluntad de obedecer, de ser del Amo, de pertenecer a su Señor.
El esclavo
-MI esclavo-
me sirve en la distancia o con su presencia.
Eso no importa: sé que está ahí. Sé que es
MÍO.
Incluso prefiero que tenga capacidad de decisión en algunas cosas,
porque sus decisiones, sus actos, me indican más que su obediencia:
las limitaciones que se autoimpone un esclavo para dar gusto y placer a su Señor,
son
mejores que las órdenes que se acatan a regañadientes.
Por eso MI esclavo, aunque no esté las 24 horas del día a mi lado,
se siente mío.
Lo sé.
Y eso me da placer:
me gusta saber que mi perro fiel está siempre sirviéndome,
haga lo que haga...
que yo estoy en su mente y que sabe que yo,
incluso estando lejos,
me preocupo por él,
pienso en él,
en su bienestar y en su afecto.
Es un bien mío y velo por él.
No dejaría, nunca, que nadie le hiciese daño,
le humillase o le maltratase.
Yo lo humillaré, para su placer y para el mío,
si es el caso.
Yo le haré daño, si veo que lo necesita:
será mi gusto y el suyo.
Yo lo trataré como yo crea que le conviene para su educación
y para mi disfrute y su entrenamiento.
Pero nadie más, mientras sea mío,
le tocará un pelo de su cabeza fiel.

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